EL PODER TRANSFORMADOR DEL SÍMBOLO
“El símbolo es la huella (o el gesto) visible de una realidad invisible y oculta. Es la manifestación de una idea que así se expresa a nivel sensible y se hace apta para la comprensión. En un sentido amplio toda la manifestación, toda la creación, es una simbólica, como cada gesto es un rito, sea esto o no evidente, pues constituye una señal significativa (...) el símbolo es el intermediario entre dos realidades, una conocida y otra desconocida, y por lo tanto el vehículo en la búsqueda del Ser a través del Conocimiento”. (Federico González. "Introduccion a la Ciencia Sagrada")(1)
Texto C.Alcolea
Desgraciadamente hoy en día se ha olvidado ese otro sentido mucho más amplio de los símbolos, pues tomados estos desde una perspectiva uniforme y chata, han sido degradados a una mera cuestión de conceptos profanos, enfocados únicamente hacia el plano de lo lineal y cuantitativo, excluyendo cualquier otra posibilidad que no sea la mera anécdota o asociación, tomado esto desde un punto de vista psicológico. Si el hombre es lo que conoce, observamos que en la actualidad el hombre es muy poca cosa, pues conoce bien poco, ya que no deja espacio para cuestiones más allá de lo racional. Y la propia razón levantada como baluarte inexpugnable, como torreón defensor de los egos, resulta ser su propia prisión. “Conócete a ti mismo”, reza el frontispicio del Oráculo de Delfos, entendido esto como una identificación plena del ser individual con aquello que simboliza, para descubrir que todo es una misma y única realidad inseparable, que toda la manifestación no es sino un decorado que forma parte de un plan, que es revelado en el momento en que el hombre actualiza en sí las potencias que llevaba adormecidas, estableciéndose como mediador entre el cielo y la tierra, o sea, ejerciendo de puente (pontífice), entre esta realidad material que le muestran los sentidos y aquella otra, oculta en su interior, que tiene que ver con Energías o Ideas- Fuerza, que esperan ser despertadas gradualmente a través de la encarnación del símbolo.
"Zeus y Hera" Museo de Atenas
Como dice Eckartshausen,
“Hay algunas fuerzas que duermen en nosotros para las que no tenemos órganos y que, por consiguiente, no pueden actuar. Estas fuerzas durmientes pueden ser despertadas, es decir, que podemos organizarnos de modo que estas fuerzas se vuelvan activas en nosotros”. 2
Esta organización de la que habla Eckartshausen no es otra cosa que una adscripción total del individuo a un Orden superior, en torno al cual todo se armoniza. De este modo es posible el nacimiento del ser a otras perspectivas mucho más amplias, entendido esto como la posibilidad de la recepción de influencias espirituales en aquél que con una predisposición abierta permite que éstas se depositen en su corazón libremente, o mejor, deja que se manifieste su verdadera identidad que en el estado ordinario se encontraba aletargada, instaurando un nuevo orden procurado por la efectivización del rito y el estudio y meditación en los símbolos sagrados. Por cierto que la palabra rito significa orden, que no es otra cosa que el símbolo en acción,
“Por lo que su reiteración constante en todos los actos de nuestra vida va permitiendo que la gradual comprensión de las ideas –vehiculadas por los símbolos-, acabe finalmente por incorporarse en todo nuestro ser, jalonando así el proceso que nos conduce al Conocimiento”. (Federico González. "Introducción a la Ciencia Sagrada")3
Relieve de Buddhapada. Gran Stupa de Amaravati.
India,siglo I a.C. British Museum
O sea que en la medida en que el individuo se suma a ello reiteradamente, se opera la transmutación del ser individual para contemplar a su sí mismo en el Sí mismo, o dicho de otra manera, el ser particular se identifica plenamente con el Ser Universal creando una perfecta unión, para nacer a un nuevo estado en donde la dualidad ya no es posible y todo aparece renovado. A este respecto dice Coomaraswamy que:
“para el hombre “primitivo” que era ante todo y principalmente un metafísico, y sólo después un filósofo y un psicólogo, para este hombre que, como los ángeles, tenía menos ideas y usaba menos medios que nosotros, hubiera sido inconcebible que una cosa, ya fuera natural o artificial, pudiera tener sólo una utilidad o un valor, y no también un significado; literalmente, este hombre no podría haber comprendido nuestra distinción entre lo sagrado y lo profano, o entre los valores espirituales y los valores materiales; este hombre no vivía de pan sólo. Jamás se le hubiera ocurrido que pudiera haber una cosa tal como una industria sin arte, o la práctica de un arte que no fuera al mismo tiempo un rito, es decir, una continuación de lo que había sido hecho por Dios en el comienzo. Per contra, el hombre moderno es una personalidad desintegrada, ya no es el hijo del cielo y de la tierra, sino enteramente el hijo de la tierra sólo”.
-Y más adelante añade-:
“todo el propósito del ritual es efectuar una translación (...) del hombre mismo, a otro nivel de referencia, no ya periférico, sino central”.4
Arquero. Río Martín. Teruel
Es decir, que se trata de realizar un viaje que va de la periferia del círculo al centro, desde donde se observa todo el conjunto sin ser afectado por él. De lo que se deduce, que en el estado actual del hombre moderno y desde una perspectiva simbólica, cada individuo conforma uno de los innumerables puntos que configuran la rueda de la manifestación, de la que debe escapar para llegar a su centro si no quiere verse afectado por la sucesión cíclica signada por lo que en términos budistas se denomina el samsara, o dar vueltas a la rueda de las existencias. Por otro lado es importante señalar algo que aparentemente resulta contradictorio con lo que se acaba de expresar y que es aquello que los neoplatónicos y hermetistas han afirmado al decir que “Dios es un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna”.
“Se trata de la permanente paradoja de una ausencia siempre presente”.
(Federico González. “La Rueda.Una Imagen Simbólica del Cosmos”) 5.
Valerius Maximus. "Facta et dicta memorabilia"
France, s.XV. BNF
Pero he aquí que la propia paradoja es transformadora, pues puede detener a la razón ante la imposibilidad de realizar una lectura lógica, convirtiéndose en un vehículo que posibilita la elevación a otros estados del ser. En este sentido cabe señalar que desde un punto de vista racional, la vida aparece como llena de contradicciones que no se pueden resolver, pues la propia razón no deja espacio para ello, es decir que “La bobina de la mente no puede jamás ser desenrollada por ella misma porque está implicada en el proceso (...)”6. Por lo que manejarse en un mundo signado por lo sistemático en donde todo debe ser explicado mediante una lógica cartesiana, significa estar atrapado en una visión de las cosas que no va más allá de lo que los sentidos pueden percibir. Aunque (y continuando con lo paradójico), como dice Federico González,
“Todo el trabajo para (...) trascender el espacio cósmico y el tiempo cíclico se realiza con (...) los elementos vivos de la creación física, que posibilitan este pasaje, o transmutación, la que se efectúa de numerosas maneras. Así, sobre el fondo prototípico de un proceso iniciático, se teje una historia personalizada, en la que el recuerdo de los orígenes y la memoria de sí mismo son traducidas en el tiempo, como una evocación de la infancia en la que ésta tenía de más puro, o como la rememoración de vivencias pasadas que fueron significativas y a las que se les descubre un sentido que muchas veces yacía oculto por la maraña de la psique. Este recuerdo del sí mismo, aunque sea frágil y fragmentario, por una parte no se refiere a la personalidad tal como estamos acostumbrados corrientemente a considerarla, y por otra, se relaciona con el hecho de ir vislumbrando poco a poco otra dimensión del tiempo; el tiempo mítico (o la anamnesis tal cual la consideraba Platón), mucho más real y efectivo que aquél cómputo parcializado del devenir (...)”
(Federico González. “La Rueda. Una Imagen Simbólica del Cosmos”) 7
Moneda dinastia Qing s.XVIIII.
Visión del dios del Norte, con tortuga y serpiente.
Queremos remarcar el hecho mencionado en este fragmento de que la transmutación se efectúa de numerosas maneras, es decir, que existen diferentes vías o formas tradicionales de realización espiritual, y caminos diferentes en cada una de ellas, pues se trata de un recorrido interior que es experimentado de distinto modo por cada iniciado, aunque resulta evidente que dicho recorrido es distinto sólo en apariencia y desde un punto de vista individual, pues la búsqueda del Conocimiento nace de una idea que tendría que ver con lo esencial del ser y que es afín a todos los seres humanos por igual. También hay que señalar que la Tradición Primordial Una y Unánime ha adoptado diversas formas dependiendo del momento histórico y/o geográfico, lo que ha conferido el carácter de una determinada cultura y sus ciclos vitales. Para el occidental moderno, la vía más apropiada sería la Tradición Hermética (aunque bien es cierto que esto no siempre ha de ser así), plasmada
“...en Occidente en el pensamiento de culturas estrechamente interrelacionadas que en distintos momentos florecieron en regiones ubicadas entre Oriente Medio y Europa, durante esta cuarta y última parte del ciclo, a la que se ha llamado Kali Yuga o Edad de Hierro, y que siempre se vinculó con el Oeste.
Antiquísimos conocimientos patrimonio de la Tradición Unánime fueron revelados a los sabios egipcios, persas y caldeos. Ellos se valieron de la mitología y el rito, del estudio de la armonía musical, de los astros, de la matemática y geometría sagradas, y de diversos vehículos iniciáticos que permiten acceder a los Misterios, para recrear la Filosofía Perenne diseñando y construyendo un corpus de ideas que ha sido el germen del pensamiento metafísico de Occidente conocido con el nombre de Tradición Hermética, rama occidental de la Tradición Primordial. Hermes Trismegisto, el Tres Veces Grande, da nombre a esta tradición. En verdad, Hermes es el nombre griego de un ser arquetípico invisible que todos los pueblos conocieron y que fue nombrado de distintas maneras. Se trata de un espíritu intermediario entre los dioses y los hombres (...)
Los egipcios llamaron Thot a esta entidad iniciadora que transmitió las enseñanzas eternas a sus hierofantes, alquimistas, matemáticos y constructores que con el auxilio de complejos rituales cosmogónicos emprendieron la aventura de atravesar las aguas que conducen a la patria de los inmortales.
Autores herméticos han relacionado a Hermes con Enoch y Elías, quienes serían para los hebreos, la encarnación humana de esta entidad suprahumana a la que identifican con Rafael, el arcángel también guía, sanador y revelador (...)
En el siglo VI antes de Cristo, (...) nace la escuela de Pitágoras que, también heredera de los antiguos misterios revelados por Hermes, iluminará posteriormente a la cultura griega, tanto a los presocráticos como a Sócrates y Platón. Este pensamiento hermético influyó notablemente en la cultura romana, en los primeros cristianos y gnósticos alejandrinos, en los caballeros, constructores y alquimistas de la Europa medioeval y en los filósofos y artistas renacentistas nutriéndose al mismo tiempo de los conocimientos cabalísticos y del esoterismo islámico.
Luego florecen estas ideas hermético-iniciáticas en el movimiento rosacruz que se desarrolla en Alemania y en la Inglaterra de la época isabelina, habiendo sido depositadas estas antiguas enseñanzas, posteriormente, en la Francmasonería. Esta Orden, que en su apariencia exotérica no ha podido escapar a la degradación y disolución promovidas por la humanidad actual, conserva sin embargo en sus ritos y símbolos ese germen revelado y revelador, activo en el seno de unas pocas logias que han logrado sustraerse a las modas innovadoras que amenazan a Occidente con sucumbir, y mantienen ese vínculo regenerador con el eje invisible de la Tradición (...)
(Federico González. “Introducción a la Ciencia Sagrada”) 8.
Estela copta. Posiblemente de Tebas. Egipto.
Por cierto que la palabra “tradición” en su acepción etimológica no significa otra cosa que transmisión; y de eso se trata, de una transmisión del mensaje sagrado que, vehiculado por el símbolo se ha ido comunicando a través de los tiempos primero oralmente por medio del mito, el rito y el propio símbolo, y más tarde en forma escrita, dando lugar a numerosos libros que aunque burilados desde diferentes perspectivas, conforman un mapa, una ruta que indica el camino de regreso a los orígenes. No obstante, hay que decir que la lectura de estos libros y su comprensión teórica, no es sino el inicio de un largo recorrido, pues aunque es fundamental dicho conocimiento teórico previo, para que la realización pueda ser efectiva es preciso (salvo en muy contadas excepciones), vincularse a una vía iniciática, a través de la cual y gracias a la iniciación, se deposita en el ser individual una influencia espiritual que actúa sutil pero efectivamente. Así y todo, queremos dejar claro que hay ciertos libros que son verdaderamente actuantes y transformadores, pues aquéllos que los escribieron (Maestros y Sabios), plasmaron en ellos unas energías a través del propio discurso simbólico que estos Artistas de la Ciencia Sagrada han encarnado, continuando presentes y vivos en la medida en que esos textos mágicos puedan ser actualizados por aquél que reciba esta enseñanza escrita con inocencia de corazón, de tal forma que puede llegar a presentirse intuitivamente y de un sólo golpe que quién lo escribió, lo escrito y quien lo lee son una misma cosa. A este respecto, añadir que muchos de estos libros no están estructurados siguiendo una secuencia racional, lo que ayuda a romper con los condicionamientos impuestos por el medio, que impiden captar otras lecturas más sutiles que amén de la literal están implícitas en esos textos.
“Estos niveles de lectura son los mismos que se le asignan a cualquier texto o libro sagrado, comenzando por la Biblia, y son propios de todas las tradiciones, en especial las llamadas del “libro” (judía, cristiana, islámica), ya que ellas simbolizan con este “libro” la manifestación original de la palabra, la revelación, una teofanía permanente, o sea el eje central que permitirá el ascenso ordenado por la jerarquía de los mundos.
(Federico González. “Simbolismo y Arte”). 9
Estos niveles de lectura son cuatro: literal, alegórico, cosmogónico y metafísico; los que se encuentran vinculados con los cuatro planos o niveles jerarquizados que conforman la estructura del cosmos: plano material, plano de las formaciones, plano de la creación y plano espiritual. Lo mismo sucede con el hombre, que constituido análogamente se compone de cuerpo físico, alma inferior (psiqué), alma superior y espíritu. Y así podríamos continuar estableciendo la misma analogía en todas las cosas manifestadas; tanto en las producidas por la naturaleza como en aquellas otras más o menos artificiales realizadas por la mano del hombre, las que hoy por hoy y pese a que son fruto de una mente deseosa de progresar y desarrollarse indefinidamente, no dejan de estar basadas a nivel inconsciente en modelos simbólicos o ideas arquetípicas, sólo que degradadas a la categoría de lo puramente cuantitativo, o sea, para servir a fines únicamente productivos.
“En ese sentido nos gustaría decir unas palabras referidas a (...) la idea de superación de obstáculos, desafío, progreso, desarrollo, evolución. Conceptos todos que siendo muy loables desde un punto de vista –tomados como movimientos del alma-, sin embargo llevan implícito su propio fin. A no ser que sean transferidos del plano horizontal, donde comúnmente se los encuentra, al vertical. De la necesidad psicológica, o de la simple ansiedad de ir más lejos, por curiosidad, o por querer experimentar algo novedoso, al hallazgo y la realización espiritual. O sea, siempre que esa aspiración encuentre un orden ascendente y no nos precipite en un desorden descendente, originado por la propia dinámica del deseo, que jamás puede ser satisfecho, pues al obtenerse lo pretendido, éste sigue subsistiendo y origina nuevamente su proceso reincidente, que por agotamiento comienza a decrecer (...)
Esas aspiraciones horizontales, bien entendidas, son la memoria inconsciente de lo vertical”.
(Federico González. “La Rueda. Una Imagen Simbólica del Cosmos”.) 10
De "Medical miscellany" Germany. s.XV.
Cod.Arundel 251. British Library
Sin duda estas palabras coinciden en muchos aspectos con aquello que William Blake ha expresado al decir que “por el camino del exceso también se llega al palacio de la Sabiduría”.
“Es decir, que siempre existe la posibilidad de “rectificar” y tomar conciencia “lúcida” de que precisamente esos límites y condicionamientos nos permiten concebir lo que no son dichos límites y condicionamientos, y “negar la negación del Ser”, lo que equivale a afirmarlo”.
(Federico González y Mireia Valls. “Presencia Viva de la Cábala”. Cáp. V. “La Cábala de Safed”. Pág. 256. Editorial Libros del Innombrable). 11
Ya hemos dicho que el hombre moderno en su ignorancia, excluye cualquier otra posibilidad de conocimiento que no sea aquella que le proporcionan sus sentidos, lo que le mantiene sumergido en una percepción analítica, fragmentada y dual de las cosas, sin apenas perspectivas (dadas las circunstancias del momento actual), de experimentar la vida y sus aparentes contradicciones desde un punto de vista más universal, o sea, con un enfoque más amplio de las cosas que permite entrever que todo lo manifestado (tanto el ser conocedor como el objeto conocido), tiene su origen, o mejor, está incluido dentro de un Principio común. Adquirir plena certeza de esto significa Conocer la Causa de todo, percibir que uno también forma parte de esa Causa Primera, a la que se adhiere por identidad. Entonces todo se torna mágico y la vida pasa a ser un juego de equilibrios y desequilibrios que se conjugan alternadamente produciendo este aparente devenir que no es sino relativo.
“(...) lo que llamamos error no es sino verdad relativa, porque todos los errores han de estar comprendidos en la Verdad total, pues si ésta estuviera limitada por alguna cosa existente fuera de ella, entonces no sería perfecta, lo que equivale a decir que no sería la Verdad. Los errores, o mejor las verdades relativas, son tan sólo fragmentos de la Verdad total; (...) es la fragmentación la que produce la relatividad, y por consiguiente se podría decir que es ésta última la verdadera causa del Mal (...)
Desde el punto de vista universal el Mal no existe. El existirá en la medida en que se consideren todas las cosas bajo un aspecto fragmentario, analítico y relativo, separándolas de su principio común (...) que es la Perfección. Es de esta manera como es creado lo imperfecto; distinguiendo el Mal del Bien, se los crea a ambos por esta distinción misma, porque el Bien y el Mal son tales tan sólo si se los opone uno a otro, y, si no hay Mal, tampoco hay lugar para hablar de Bien en el sentido ordinario de esta palabra, sino solamente de Perfección. Es entonces la fatal ilusión del Dualismo la que realiza el Bien y el Mal, y la que, considerando las cosas desde un punto de vista particularizado, substituye la Multiplicidad a la Unidad, encerrando de esta manera a los seres sobre los cuales ejerce su poder en el dominio de la confusión y la división; este dominio es el Imperio del Demiurgo”.
(R. Guénon. “Melanges”. Cáp. I: « Le Demiurge »).
Si la esclavitud es producto de la ignorancia, la libertad es el resultado de Conocer-se, o sea de co-nacer (volver a nacer). A este respecto, el rito de la iniciación en los Misterios supone la muerte del hombre viejo con sus egos y prejuicios, para renacer a un estado que se percibe como nuevo, gracias al poder regenerador inherente al rito (el símbolo en movimiento), como no podía ser de otra manera, pues con la realización de estas ceremonias sagradas, se ponen en acción Ideas arquetípicas que se actualizan en el ser a través del psicodrama que el propio rito propone.
Combate de Phebus y de Python. Del Ovidius, "Metamorfosis".
Bélgica, s.XV. BNF
Hasta aquí creemos haber explicado con suficiente claridad el poder transformador inherente al símbolo, producto de la comprensión gradual de lo que éste verdaderamente expresa (lo que no quiere decir que se confunda al símbolo con lo simbolizado). También se ha intentado clarificar que dicha comprensión, incomunicable e inexpresable, sólo es posible por la identificación plena y absoluta del ser individual con las Ideas prototípicas que el símbolo oculta. Pero para entrar en ese estado de conciencia indiviso es necesario un largo trabajo de regeneración interior, en el que la propia psiqué ha de quedar subordinada a aquello que la excede. Como la mente se niega en redondo a ser doblegada, el trabajo, estudio y meditación con los Símbolos, Mitos y Ritos Sagrados, son la clave de acceso a esos estados superiores, los que pueden ser vivenciados por su propio expediente ordenador, armonizando todos aquellos desequilibrios fruto de los deseos, miedos, pasiones y demás egos.
La posibilidad de vivir la vida plenamente es aquí y ahora.
“La idea, aunque parezca ingenua, es la de abandonarlo todo y dedicarnos a la búsqueda de la verdad. Por una parte, nos quedamos sin nada y no lo aceptamos. Por la otra, es lo único que nos ha interesado jamás y lo que dejamos en el camino no es sino un vestido imaginado. Al comienzo aquello de tener que morir es como siempre sólo una imagen. No sabíamos que las posesiones más esclavizadoras son las mentales, las que conforman nuestra personalidad. Hasta el último momento se cree que existe el dios individualizado. Cuando esa imagen da lugar a otra realidad se descubre que ese dios es ateo, que el demonio es el ‘propietario’ de esa deidad”.
(Federico González. “En el Vientre de la Ballena. Textos Alquímicos”. Poema XXVI.)12
Hermes y Psique. Fresco Villa Farnesina
Notas:
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