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Boletín de novedades de El Arka

 
Alojado en egrupos.net

Nicolas Flamel:
"El libro de las figuras jeroglificas" (extracto)
(El fragmento aquí reproducido esta extraido del libro de Nicolas Flamel: "El libro de las Figuras Jeroglíficas" edit. Obelisco, Barcelona, 1996)

INTRODUCCION:

Ubiquémonos en el París de mitad del siglo XIV; a manos de un joven escribano llega un antiguo libro que no sabe descifrar. Su deseo de Conocer el Secreto que encierra esta Obra lo empuja a realizar un viaje increíble lleno de sucesos mágicos que le irán transformando gradualmente.

Querido amante de la Sabiduría, los hechos que se narran a continuación, pueden parecer simples anécdotas si consideras las cosas desde un punto de vista rasante, pero como buen buscador has de comprender que  aquellos acontecimientos experimentados por el Sabio Flamel no constituyen sino un mapa para no extraviarse en un camino que por encima de todo es interior. Reflexiona bien sobre lo dicho, pues en este mapa se describe el modus operandi para culminar con éxito la coronación de la Obra, la realización plena del Ser, la transmutación del plomo en Oro.

Has de saber querido lector, que al igual que Flamel, debes poner bajo tu Recta consideración la posibilidad de rescatar del olvido el carácter Simbólico-Alquímico de este viaje, y entonces con buen Juicio vivirlo desde una perspectiva Mágico-Teúrgica y Comprender cabalmente que dicho viaje no es cosa que únicamente se realiza en este mundo físico, sino también y al mismo tiempo en el Mundus-Imaginalis, que no se refiere a aquél de la imaginación o fantasía, sino a aquellos otros estados superiores de la Conciencia.  

He aquí pues, un relato escrito por Nicolás Flamel acerca de los extraordinarios acontecimientos que le sucedieron a él mismo... pero lo Justo No Es sino guardar silencio acerca de ellos, pues el Único con verdadero derecho para desvelar tales Misterios es el propio Maestro.

Texto:Carlos Alcolea

EXPLICACIÓN DE LAS FIGURAS JEROGLÍFICAS
  

colocadas por mí, Nicolás Flamel, Escribano, en el Cementerio de los Inocentes, en la cuarta Arcada, entrando por la gran puerta de la calle SAINT DENIS, y girando a mano derecha.

PRóLOGO  Aunque yo, NICOLÁS FLAMEL, Escribano y habitante de París, en este año de gracia de mil trescientos noventa y nueve, y morando en mi casa de la calle de los Escribanos, cerca de la Capilla de "Saint-Jacques de la Boucherie", aunque, digo, sólo haya aprendido un poco de latín debido a la escasez de medios de mis padres, quienes estaban no obstante considerados como gente de bien incluso por mis envidiosos: Sin embargo resulta que (por la gracia de Dios y la intercesión de los benditos Santos y Santas del Paraíso, principalmente del Señor Santiago de Galicia) no he dejado de entender en profundidad los libros de los Filósofos, y de aprender en ellos sus tan ocultos secretos. Por este motivo, no habrá jamás un momento en mi vida en el que, acordándome de esta alta gracia, de rodillas (si el lugar lo permite), o bien dentro de mi corazón, con todo mi reconocimiento, no dé gracias a este Dios tan benigno que no abandona jamás al hijo del justo obligándole a mendigar de puerta en puerta, y que jamás defrauda a aquellos que esperan completamente en su bendición.
 Por consiguiente, yo, NICOLÁS FLAMEL, Escribano, de modo que tras el fallecimiento de mis padres me ganaba la vida en el Arte de Escribanía haciendo Inventarios, levantando cuentas, y frenando los despilfarros de tutores y menores, fue a caer entre mis manos por la suma de dos florines, un libro dorado muy viejo y asaz ancho. No era de papel o pergamino como son los otros, sino que se componía únicamente de cortezas desligadas (como me parecía) de tiernos arbustos. Su cubierta era de cobre muy fino, totalmente grabada con letras o extrañas figuras y que en mi opinión, muy bien pudieran ser caracteres griegos, o de otra lengua antigua similar. Había tantas que no podía leerlas, y sé muy bien que no eran en absoluto nuestras, ni tampoco letras Latinas o Gálicas, ya que las conozco un poco. En cuanto al interior, sus folios de corteza estaban grabados y escritos con gran industria formando bellas y muy claras letras latinas coloreadas. Contenía tres veces siete folios, pues estaban así contados en la parte superior del folio, el séptimo de éstos no llevaba escritura alguna, en su lugar había pintada una Virgen y unas Serpientes engulléndose, en el segundo séptimo, una Cruz donde estaba crucificada una Serpiente, en el último séptimo estaban pintados unos desiertos, de cuyo centro manaban algunas fuentes muy bellas, de las cuales salían varias Serpientes que corrían acá y allá. En el primer folio, había escrito con gruesas letras mayúsculas doradas:

ABRAHAM EL JUDIO, PRINCIPE, SACERDOTE LEVITA,
ASTRÓLOGO Y FILOSOFO.
AL PUEBLO JUDIO, POR LA IRA DE DIOS
DISPERSADO EN LAS CALLES. SALUD. D. I.

portico

 Después de esto estaba lleno de grandes imprecaciones y maldiciones (con esta palabra: MARANATHA, repetida a menudo), contra toda persona que osara echarle una ojeada, si no era Sacrificador o Escriba.
El que me había vendido el libro conocía tan poco su valor, como yo mismo cuando lo compré. Creo que había sido robado a los miserables Judíos, o hallado oculto en alguna parte del antiguo lugar de sus moradas. En este libro, en el segundo folio, consolaba a su nación, aconsejándole que huyera de los vicios, y en especial de la idolatría, a la espera del Mesías anunciado con resignada paciencia, el que vencería a todos los Reyes de la Tierra, y reinaría eternamente con su pueblo en la gloria. Sin duda debía de haber sido un hombre muy sabio. En el tercero y en todos los restantes escritos, con el fin de ayudar a su cautiva nación a pagar los tributos a los Emperadores Romanos, y para hacer otra cosa que no revelaré,1 les enseñaba la transmutación metálica con palabras comunes, pintaba los vasos al lado, y les advertía sobre los colores y sobre todo el resto, salvo del primer agente sobre el cual no decía ni una palabra, pero ahora bien(como desarrollaba en los folios cuarto y quinto enteros), los pintaba y representaba con gran artificio. Pues, aunque estuviera muy inteligentemente representado y pintado, nadie hubiera podido comprenderlo sin estar muy avanzado en su Cabala traditiva y sin haber estudiado a fondo los libros. Por consiguiente el cuarto y quinto folios estaban sin escribir, completamente llenos de bellas figuras iluminadas, o algo así, porque esta obra era exquisita. Primeramente pintaba a un Hombre joven con alas en los talones, y con una Vara caducea 2 en la mano, con dos Serpientes enroscadas, con la cual golpeaba una celada que le cubría la cabeza. A mi parecer representaba al dios Mercurio de los Paganos; contra éste acudía corriendo y volando con sus alas desplegadas, un alto Anciano que sobre su cabeza llevaba un reloj atado y en sus manos una guadaña como la muerte con la que, furioso y aterrador, quería cortarle los pies a Mercurio.   En la otra cara del cuarto folio, pintaba una bella Flor en la cima de una montaña muy alta a la que el Aquilón3 zarandeaba muy rudamente. Tenía el pie azul, las flores blancas y rojas, las hojas relucientes como de oro fino, y a su entorno los Dragones y Grifos Aquilonianos hacían sus nidos y moradas. En el quinto folio, había un hermoso Rosal florecido en medio de un bello jardín, enroscado contra un roble hueco, de cuyos pies borboteaba una Fuente de agua muy blanca, que iba a precipitarse a los abismos, pasando no obstante primero por entre las manos de infinitos pueblos que excavaban la tierra, buscándola: pero como estaban ciegos nadie la conocía, salvo alguno que consideraba el peso.  En el último reverso del quinto, había un Rey con un gran machete, que obligaba a los soldados a matar en su presencia a una gran multitud de niños pequeños, cuyas madres lloraban a los pies de los despiadados guardias, y la sangre de estos niños pequeños era recogida después por otros soldados y colocada en un gran vaso, en el que venían a bañarse el Sol y la Luna del Cielo. Y porque esta historia representa gran parte de la de los Inocentes asesinados por Herodes, y porque en este libro he aprendido la mayoría del arte, ésta ha sido una de las causas de que haya puesto en su cementerio los símbolos jeroglíficos de esta secreta ciencia.  He aquí lo que había en los cinco primeros folios. De ningún modo reproduciré lo que estaba escrito en distinguido y muy inteligible Latín en los restantes folios escritos, porque Dios me castigaría, y porque además cometería una maldad mayor que la de aquel que (como se dice) deseaba que todos los hombres del mundo tuvieran una sola cabeza, para poderla cortar de un solo golpe. Así, pues, teniendo en mi casa este bello libro, me pasaba el día y la noche estudiándolo, comprendiendo muy bien todas las operaciones que demostraba, pero sin saber con qué materia tenía que empezar, lo cual me causaba gran tristeza, me volvía solitario y me hacía suspirar a cada momento. Mi mujer Perrenelle a la que amaba tanto como a mí mismo y con la que me había casado hacía poco, estaba muy extrañada de todo esto, me consolaba y me preguntaba con todo su corazón si podía liberarme de esta contrariedad. Jamás pude contener mi lengua, y se lo conté todo, y le mostré este admirable libro, del cual, en el mismo instante en que lo vio, se enamoró tanto como yo, experimentando un placer extremo al contemplar sus hermosas cubiertas, grabados, imágenes y retratos, cuyas figuras entendía tan poco como yo. No obstante, me proporcionaba un gran consuelo el hablarlo con ella y el conversar sobre lo que teníamos que hacer para encontrar su interpretación.  Finalmente hice pintar lo más exactamente posible, en mi casa, todas estas figuras y retratos de los cuarto y quinto folios, y las enseñaba en París a varios grandes Clérigos que no entendieron más que yo. Les advertía incluso que habían sido encontradas en un libro que enseñaba la Piedra Filosofal, pero la mayoría de ellos se burlaron de mí, y de la bendita piedra, excepto uno llamado Maese Anselmo, que era licenciado en Medicina y que estudiaba profundamente esta ciencia. Tenía grandes deseos de ver mi libro, y no hubo nada que no intentase para lograrlo, pero yo siempre le aseguraba que no lo tenía, aunque le hice una extensa descripción de su método. Decía que el primer retrato representaba el tiempo que todo lo devora, y que era necesario el espacio de seis años, de acuerdo con los seis folios escritos, para terminar la piedra, sosteniendo que entonces se debía dar la vuelta al reloj y no cocer más. Y cuando le decía que esto estaba únicamente pintado para demostrar y enseñar el primer agente (como se decía en el libro), respondía que esta cocción de seis años actuaba como un segundo agente. Y que el primer agente estaba realmente pintado, que era el agua blanca y pesada, que sin duda era la plata viva 4 que no se puede fijar, ni a aquél cortarle los pies, es decir, quitarle su volatilidad, si no es por medio de una larga decocción en una sangre muy pura de niños pequeños, y que en ésta el mercurio uniéndose con el oro y la plata, se convertía primeramente en una hierba parecida a la que estaba pintada, después por la corrupción de las Serpientes, quienes, más tarde, completamente secas y cocidas por el fuego, se reducirían a polvo de oro que sería la piedra.  Esta fue la causa por la cual, durante el largo período de veintiún años, hiciera mil intentos infructíferos, no obstante sin usar sangre, ya que es malvado y deshonroso. Además, encontré en mi libro que los Filósofos llaman sangre al espíritu mineral y que está en los metales, principalmente en el Sol, la Luna y Mercurio, a cuyo ensamblaje tendía siempre; de modo que la mayoría de estas interpretaciones eran más sutiles que verdaderas. No encontrando, pues, nunca en mi operación los signos en el momento descrito en mi libro, tenía siempre que volver a empezar. Finalmente, perdida la esperanza de comprender alguna vez figuras, en último extremo hice un voto a Dios y al señor Santiago de Galicia, para preguntar su interpretación a algún Sacerdote Judío en alguna sinagoga de España.-nota5- 5 Así, pues, con el permiso de Perrenelle, llevando conmigo el extracto de las figuras, habiendo tomado el hábito y el bastón del peregrino, igual que se me puede ver fuera de esta misma Arcada, en la que he puesto las figuras Jeroglíficas, y dentro del cementerio donde he puesto también contra el muro de uno y otro lado una procesión en la que están representados por orden todos los colores de la piedra, como vienen y acaban con esta frase Francesa:

Mucho place a Dios la procesión
si está hecha con devoción.

(lo que es casi el principio del libro del  Rey Hércules, que trata de los colores de la piedra llamada iris en estos términos: Operis processio multum Naturae placet, etc. (6) Lo que puse expresamente a la atención de los grandes Clérigos que entendrán la alusión). Así, pues, de este mismo modo me puso en camino, y tanto anduve que llegué a Montjoye, y luego a Santiago donde realicé mi voto con gran devoción.

Mercurio

  Hecho esto, en León, a la vuelta, me encontré con un Mercader de Boulogne que me hizo conocer un Médico Judío de origen, y entonces Cristiano, habitante de León, quien era muy sabio en ciencias sublimes llamado Maese Canches. Cuando le hube mostrado las figuras de mi extracto, maravillado de sorpresa y alegría, me preguntó inmediatamente si tenía noticias del libro del que estaban extraídas. Le respondí en latín, tal como me había interrogado, que tenía esperanzas de aportar buenas nuevas si alguien me descifraba estos Enigmas. Inmediatamente arrebatado de ardor y alegría, empezó a descifrarme el principio. Ahora bien, para no extenderme mucho, él estaba muy contento de conocer noticias sobre el lugar donde se hallaba el libro,y yo de oírle hablar de él. (Y ciertamente había oído de él largo y tendido, pero como de una cosa que se creía enteramente perdida, como él afirmaba.) Decidimos nuestro viaje, y de León pasamos a Oviedo, y de allí a Sansón donde nos hicimos a la mar para ir a Francia. Nuestro viaje había sido bastante afortunado, y ya desde que habíamos entrado en este Reino, me había interpretado con mucha exactitud la mayoría de mis figuras, incluso los puntos, donde hallaba grandes misterios (lo que me dejaba maravillado); cuando, al llegar a Orléans, este hombre docto cayó enfermo de gravedad, afectado por unos muy grandes vómitos que le habían quedado de los que había sufrido en el mar, temía tanto que le abandonase, que no se puede imaginar nada parecido. Y aunque siempre estuviera a su lado, además me llamaba incesantemente; finalmente murió al final del séptimo día de su enfermedad, por lo que estuve muy afligido. Lo hice enterrar lo mejor que pude en la iglesia de la Sainte-Croix de Orléans, donde todavía reposa. Dios acoja su alma. Ya que murió como buen Cristiano. Y ciertamente, si la muerte no me lo impide, donaré a esta iglesia algunas rentas para hacer decir algunas misaslodos los días por la salvación de su alma.
 Quien quiera conocer las circunstancias de mi llegada, y la alegría de Perrenelle, que nos contemple a los dos en esta villa de París, en la punta de la capilla de Saint-Jacques de la Boucherie, muy cerca de mi casa, donde estamos pintados, yo rindiendo gracias a los pies del Señor Santiago de Galicia, y Perrenelle a los del Señor San Juan, al que tan a menudo había invocado. Sea como fuere, por la gracia de Dios y la intercesión de la Bienaventurada y Santa Virgen, y de los benditos Santiago y San Juan, aprendí lo que deseaba, es decir los primeros principios, sin embargo no la primera preparación, que es la cosa más difícil del mundo. Pero lo conseguí por fin aunque tras numerosos errores de tres años más o menos, durante los cuales no hice más que estudiar y trabajar, tal como se puede ver en el exterior de esta Arcada donde puse unas procesiones contra sus pilares, bajo los pies de Santiago y San Juan, orando siempre a Dios, el rosario en mano, leyendo muy atentamente un libro, y sopesando las palabras de los Filósofos, y probando luego las diversas operaciones que me imaginaba a través de sus solas palabras. Finalmente encontré lo que deseaba, lo que reconocí enseguida por su fuerte olor. Una vez obtenido esto, realicé fácilmente el magisterio. Además, sabiendo cómo se preparaban los primeros elementos, siguiendo mi libro palabra por palabra, no hubiese podido errar aunque lo hubiese querido.

 Así, pues, la primera vez que hice la proyección fue sobre el Mercurio, del que convertí media libra aproximadamente en una plata mejor que la de las minas, como he comprobado y he hecho comprobar varias veces. Fue el 17 de enero, un lunes, alrededor del mediodía, ante la única presencia de Perrenelle, el año de la restitución de la raza humana mil trescientos ochenta y dos. Por otra parte, además, siguiendo siempre palabra por palabra mi libro, lo hice con piedra roja sobre una similar calidad de Mercurio, también ante la única presencia de Perrenelle, en la misma casa, el vigesimoquinto día de abril del mismo año, alrededor de las cinco de la tarde, y lo transmuté verdaderamente en casi la misma cantidad de oro puro, ciertamente mucho mejor que el oro común, más suave y maleable.
Puedo afirmarlo con certeza: la realicé tres veces con la ayuda de Perrenelle, que sabía tanto como yo por haberme ayudado en las operaciones, y sin duda, si hubiera querido realizarlo sola, lo hubiera podido llevar a cabo.
Hubiera tenido ampliamente bastante realizándolo una sola vez, pero experimentaba una gran delectación viendo y contemplando en los vasos las admirables obras de la Naturaleza. Para demostrarte cómo lo realicé tres veces, verás en esta Arcada, si sabes comprenderlo, tres hornillos parecidos a los que usamos en nuestras operaciones. Temí largo tiempo que Perrenelle no pudiese contener la alegría de su extrema felicidad, que medía según la mía, y que no se le escapase alguna palabra a sus padres sobre los grandes tesoros que poseíamos. Ya que la alegría extrema trastorna el sentido tanto como las grandes tristezas, pero la bondad de Dios Grandísimo no sólo me había colmado con la bendición de darme una mujer casta y sabia que era no sólo capaz de razonar, sino rica en ideas, y que además de realizar lo que era razonable, y más discreta y prudente que lo normal entre mujeres, era sobre todo muy devota; he aquí por qué, viéndose sin esperanzas de tener hijos y ya de edad muy avanzada, empezó al mismo tiempo que yo a pensar en Dios y a dedicarse a obras de misericordia.

 Cuando escribía este comentario en el año mil cuatrocientos trece hacia el final del año, tras el fallecimiento de mi fiel compañera que añoraré todos los días de mi vida, ella y yo habíamos fundado y asegurado su subvención catorce hospitales en esta villa de París, reedificado tres capillas, decorado con grandes dones y buenas rentas siete iglesias, con varias reparaciones en sus cementerios, además de lo que habíamos hecho en Boulogne, que no es mucho menos de lo que hemos hecho aquí. No hablaré del bien que hemos hecho juntos a pobres particulares, principalmente a viudas y a pobres huérfanos; si dijese sus nombres y cómo lo hacía, además de recibir mi salario en este mundo, podría causar un disgusto a esta buena gente (que Dios los bendiga), lo que no querría hacer por nada del mundo.  Al edificar, pues, estas iglesias, cementerios y hospitales en esta ciudad, me decidí a hacer pintar en la cuarta Arcada del Cementerio de los Inocentes, entrando por la gran puerta de la calle Saint-Denis, y a mano derecha, las más esenciales y verdaderas marcas del arte, pero bajo el velo de cubiertas Jeroglíficas a imitación del libro dorado del Judio Abraham, capaces de representar dos cosas, según el talento y la sabiduría de quien las contemple, primeramente los misterios de nuestra resurrección futura e indudable el día del Juicio y la llegada del buen JESÚS (a quien le plazca otorgarnos su misericordia), historia apropiada para un Cementerio y, por otra parte, capaz también de significar a los entendidos en Filosofía natural, todas las principales y necesarias operaciones del magisterio. Estas figuras Jeroglíficas servirán como dos caminos para llevar a la vida celeste, enseñando el primer sentido más manifiesto los sagrados misterios de nuestra salvación (tal como demostraré a continuación), enseñando el otro a todo hombre por poco entendido que sea en la piedra, la vía lineal de la obra, que una vez realizada por alguien, lo cambia de malo en bueno, le quita la raíz de todo pecado, que es la avaricia, haciéndole liberal, suave, pío, religioso y temeroso de Dios, por muy malo que fuera antes, ya que en lo sucesivo permanece siempre maravillado por la gran gracia y misericordia que ha obtenido de Dios y de la profundidad de sus obras divinas y admirables.
Estas son las causas que me han movido a poner estas formas de esta manera y en este lugar que es un Cementerio, a fin de que si alguien obtiene este bien inestimable que es el de conquistar el rico Toisón, piense, como yo, en no tener el talento de Dios enterrado bajo tierra -Mateo-, comprando tierras y posesiones que son las vanidades de este mundo, sino antes obrar caritativamente con sus hermanos, al acordarse de haber aprendido este secreto entre las osamentas de los muertos, con las cuales deberá reunirse pronto y que tras esta vida transitoria, deberá rendir cuentas ante un justo y temible Juez, que le censurará toda palabra vana y ociosa.
Así, pues, que aquel que haya sopesado bien mis palabras y  conocido y entendido mis figuras (y que sepa por otra parte los primeros principios y agentes, ya que ciertamente no encontrará ningún vestigio o enseñanza de ellos en estas figuras y comentarios), culmine con la gloria de Dios el magisterio de Hermes, acordándose de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, y de todas las otras Iglesias, Cementerios y hospitales, y sobre todo de la Iglesia de los Inocentes de esta ciudad en cuyo Cementerio habrá contemplado estas verdaderas informaciones, abriendo generosamente su bolsa a los pobres secretos, gentes de bien desoladas, mujeres viudas enfermas y huérfanos abandonados.

Amén. 

Hermafrodita

 

Notas:

  • 1.Flamel hace alusión aquí a la segunda aplicación de la Piedra Filosofal: el elixir de larga vida.
  • 2. Del latín "caduceus". Atributo de Hermes (Mercurio), compuesto de una vara de laurel u olivo, dominado por dos alas y rodeada por dos Serpientes entrelazadas. Señalemos que Ireneo Filaleteo, "lntroitus" VI-4 habla también del Mercurio como de un joven alado.
  • 3.Del latín "aquilo". Viento del Norte.  
  • 4.Se trata del Azogue o Mercurio. El término "plata-viva" nos da a entender su naturaleza femenina y su cualidad de estar viva. Es el "argentum vivum" de Ireneo Filaleteo. 
  • 5.Señalemos que en el texto original, Flamel escribe Hespagne, cuya raíz  "Hesp" podemos asociar con Hespérides o con Hesperia que, según Horacio, era España.
  • 6."El proceso de la Obra gusta mucho a la Naturaleza".

 

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